Las relaciones entre Marruecos y su vecino del norte se han hecho más fuertes y más profundas hasta convertirse en excelentes en los últimos años. El Gobierno de Rajoy ha jugado un papel importante en la consolidación de estas relaciones a todos los niveles.
A pesar de la presencia de algunas organizaciones no gubernamentales muy involucradas en la cuestión del Sáhara, Madrid mantiene su apoyo a la propuesta marroquí: una amplia autonomía como base para las negociaciones políticas con el fin de lograr una solución definitiva. Un apoyo que se va dando poco a poco ya que España, como es comprensible, también quiere proteger sus intereses con la vecina Argelia. Sin embargo, España tiene responsabilidades históricas. Este país conoce el caso saharaui mejor que cualquier otro, al margen de Marruecos.
Hoy, 40 años después de la Marcha Verde, España está llamada a desempeñar un papel más relevante, ya que la situación actual es potencialmente peligrosa para el equilibrio internacional y la estabilidad de la región.
Está claro que nadie se beneficiaría de un nuevo status quo. El contexto regional es explosivo. El desarrollo del terrorismo en el Sahel es una amenaza para la paz y la seguridad de todos los países, incluidos los que bordean el Mediterráneo. El tráfico de drogas y la inmigración ilegal se han hecho fuertes en esta tierra de nadie. Por tanto, la integración económica regional se ha convertido en la única forma de resistir los embates de una crisis internacional cuyos efectos aún no se conocen completamente.
Los moradores de Tinduf son los más dignos de lástima. Todos hemos visto los efectos devastadores de las últimas inundaciones.
Para estos jóvenes no hay perspectivas futuras. A diferencia de quienes ostentan la condición de refugiado, no tienen el derecho a la libre circulación ni al trabajo. Y para la mayoría de ellos el separatismo no es una opción.
Este sentimiento de desesperación entre los jóvenes debe abordarse rápidamente, primero en virtud del humanismo, y también porque conlleva peligros potenciales.
Es responsabilidad de todos los poderes involucrados en el problema. Europa, y más concretamente España, saben que erradicar el terrorismo es más probable si este conflicto artificial se resuelve. Para los diplomáticos de estos países es imprescindible para llegar a un equilibrio en virtud de los intereses comerciales. Están llamados a adoptar una visión más global, que puede transformar el espacio del Magreb en un ancla para la estabilidad y el crecimiento económico en beneficio de todos.
Marruecos, por tanto, se ha fijado como objetivo primordial ayudar a las personas a mejorar su nivel de vida. En este sentido, las inversiones públicas han permitido a las provincias del Sáhara ponerse al día con respecto a las provincias del norte de Marruecos en materia de infraestructuras. Esta política ha dado lugar a un movimiento de los asentamientos y la urbanización.
Hoy en día, el plan que se ha anunciado prevé inversiones por valor de 14.000 millones de euros. Esta medida excepcional conseguirá cambiar las provincias saharianas y guiarlas hacia una nueva era.
Estos planes no son aleatorios. Son parte de una visión estratégica nacional con el objetivo de asegurar que la regionalización sirve como palanca para un desarrollo que aumentará el potencial de crecimiento económico en beneficio de todos los ciudadanos, mientras que se reducen las disparidades sociales y territoriales. Esta política está en el corazón mismo del proyecto nacional, y ha sido presentada y dirigida personalmente por el rey Mohammed VI desde su ascenso al trono.
Por otro lado, Argelia está entrando en un periodo de transición muy importante para su futuro. La comunidad internacional sigue con gran interés este proceso porque la seguridad de toda una región está en juego. Es de esperar, por el bien de todos los países de la zona, como es el caso de Marruecos, que esta transición se produzca sin problemas y de manera pacífica, para llegar a la consolidación del Estado-nación argelino y no a su debilitamiento, ya que en el contexto regional actual sería una tragedia.
El Gobierno de Rajoy ha hecho de la cooperación con Marruecos una prioridad. Hoy en día es necesario que España haga algo más por el fortalecimiento de esta cooperación y por aumentar su participación en los asuntos de una zona donde su presencia histórica y cultural a través de Andalucía sigue siendo significativa.
Marruecos ha demostrado, una vez más, que tiene una visión estratégica a largo plazo basada en el desarrollo. Las provincias saharianas y los órganos electos tendrán los medios para expandirse como nunca habían soñado antes gracias a la ampliación de la autonomía que se está produciendo de una manera constitucional. 40 años después de la Marcha Verde, el mundo, el Sáhara y la sociedad saharaui han cambiado enormemente.
*Editor de revistas en Marruecos, miembro del consejo de administración del Atlantic Council of United States y CSIS en Washington
Leer más: El papel de España en el desarrollo del Sáhara http://www.larazon.es/internacional/el-papel-de-espana-en-el-desarrollo-del-sahara-AF11142255#Ttt1nt7cnW7olxS7
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Las relaciones entre Marruecos y su vecino del norte se han hecho más fuertes y más profundas hasta convertirse en excelentes en los últimos años. El Gobierno de Rajoy ha jugado un papel importante en la consolidación de estas relaciones a todos los niveles.
A pesar de la presencia de algunas organizaciones no gubernamentales muy involucradas en la cuestión del Sáhara, Madrid mantiene su apoyo a la propuesta marroquí: una amplia autonomía como base para las negociaciones políticas con el fin de lograr una solución definitiva. Un apoyo que se va dando poco a poco ya que España, como es comprensible, también quiere proteger sus intereses con la vecina Argelia. Sin embargo, España tiene responsabilidades históricas. Este país conoce el caso saharaui mejor que cualquier otro, al margen de Marruecos.
Hoy, 40 años después de la Marcha Verde, España está llamada a desempeñar un papel más relevante, ya que la situación actual es potencialmente peligrosa para el equilibrio internacional y la estabilidad de la región.
Está claro que nadie se beneficiaría de un nuevo status quo. El contexto regional es explosivo. El desarrollo del terrorismo en el Sahel es una amenaza para la paz y la seguridad de todos los países, incluidos los que bordean el Mediterráneo. El tráfico de drogas y la inmigración ilegal se han hecho fuertes en esta tierra de nadie. Por tanto, la integración económica regional se ha convertido en la única forma de resistir los embates de una crisis internacional cuyos efectos aún no se conocen completamente.
Los moradores de Tinduf son los más dignos de lástima. Todos hemos visto los efectos devastadores de las últimas inundaciones.
Para estos jóvenes no hay perspectivas futuras. A diferencia de quienes ostentan la condición de refugiado, no tienen el derecho a la libre circulación ni al trabajo. Y para la mayoría de ellos el separatismo no es una opción.
Este sentimiento de desesperación entre los jóvenes debe abordarse rápidamente, primero en virtud del humanismo, y también porque conlleva peligros potenciales.
Es responsabilidad de todos los poderes involucrados en el problema. Europa, y más concretamente España, saben que erradicar el terrorismo es más probable si este conflicto artificial se resuelve. Para los diplomáticos de estos países es imprescindible para llegar a un equilibrio en virtud de los intereses comerciales. Están llamados a adoptar una visión más global, que puede transformar el espacio del Magreb en un ancla para la estabilidad y el crecimiento económico en beneficio de todos.
Marruecos, por tanto, se ha fijado como objetivo primordial ayudar a las personas a mejorar su nivel de vida. En este sentido, las inversiones públicas han permitido a las provincias del Sáhara ponerse al día con respecto a las provincias del norte de Marruecos en materia de infraestructuras. Esta política ha dado lugar a un movimiento de los asentamientos y la urbanización.
Hoy en día, el plan que se ha anunciado prevé inversiones por valor de 14.000 millones de euros. Esta medida excepcional conseguirá cambiar las provincias saharianas y guiarlas hacia una nueva era.
Estos planes no son aleatorios. Son parte de una visión estratégica nacional con el objetivo de asegurar que la regionalización sirve como palanca para un desarrollo que aumentará el potencial de crecimiento económico en beneficio de todos los ciudadanos, mientras que se reducen las disparidades sociales y territoriales. Esta política está en el corazón mismo del proyecto nacional, y ha sido presentada y dirigida personalmente por el rey Mohammed VI desde su ascenso al trono.
Por otro lado, Argelia está entrando en un periodo de transición muy importante para su futuro. La comunidad internacional sigue con gran interés este proceso porque la seguridad de toda una región está en juego. Es de esperar, por el bien de todos los países de la zona, como es el caso de Marruecos, que esta transición se produzca sin problemas y de manera pacífica, para llegar a la consolidación del Estado-nación argelino y no a su debilitamiento, ya que en el contexto regional actual sería una tragedia.
El Gobierno de Rajoy ha hecho de la cooperación con Marruecos una prioridad. Hoy en día es necesario que España haga algo más por el fortalecimiento de esta cooperación y por aumentar su participación en los asuntos de una zona donde su presencia histórica y cultural a través de Andalucía sigue siendo significativa.
Marruecos ha demostrado, una vez más, que tiene una visión estratégica a largo plazo basada en el desarrollo. Las provincias saharianas y los órganos electos tendrán los medios para expandirse como nunca habían soñado antes gracias a la ampliación de la autonomía que se está produciendo de una manera constitucional. 40 años después de la Marcha Verde, el mundo, el Sáhara y la sociedad saharaui han cambiado enormemente.
*Editor de revistas en Marruecos, miembro del consejo de administración del Atlantic Council of United States y CSIS en Washington