Por Bienvenido Rojas Silva
Desde hace algún tiempo, una corriente del pensamiento americano se ha adueñado del concepto de afroderecha y afroizquierda, en un intento por desacreditar a personas luchadoras contra el racismo, que se enfocan en tal sentido pero, tal vez, de manera diferente. Esta perniciosa forma de pensar lejos de contribuir, eficazmente, a la lucha contra el racismo y otras formas conexas, lo que hace más bien es polarizar las fuerzas, dividirlas y por consiguiente frenar su empuje en aras de poner fin a este lastre que arrastra la humanidad y que cada vez toma mayores dimensiones en esta región y en otras latitudes.
Todos tenemos puntos de vista distintos de cómo llevar a cabo la lucha contra el racismo y eso forma parte de la diversidad. Lo más importante, desde mi punto de vista, es la lucha en sí, contra ese flagelo. Por eso es trascendental lograr la unidad sobre la base de esa diversidad. Se puede hacer un frente común de lucha, teniendo en cuenta la pluralidad de criterios.
En la batalla contra el nazismo y el fascismo actuaron fuerzas de todas las tendencias. Contra esa corriente, que exaltaba el mito de la raza ariasuperior, actuaron los comunistas, capitalistas, troskistas, religiosos y ateos, y fue la única manera de liquidarlo. Hay otros ejemplos de unidad sobre la base de la diversidad: el Movimiento de los Países no Alineados es heterogéneo y agrupa a 120 países, que forman un frente común en aras de la paz y la estabilidad mundiales.
La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) es otro ejemplo, integrada por 12 países con gobiernos de varias tendencias ideológicas, cuyo objetivo es[] construir una identidad y ciudadanía suramericanas, así como desarrollar un espacio regional integrado. La naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, (CELAC), promueve laintegración y desarrollo de los países latinoamericanos, y constituye otro ejemplo de heterogeneidad. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) agrupa a todos los países del orbe y trabaja en sus deliberaciones sobre la base del consenso, aunque los Estados Unidos y sus aliados, a veces, lo desconocen.
[¿Por qué, entonces, ahora algunos “hermanos y hermanas” sacan a relucir el tema de la “afroderecha y la afroizquierda?” ¿A quién beneficia esto?
Desde que tengo uso de razón siempre he oído un refrán que dice: divide y vencerás. O sea, que con este punto de vista solo saldrán victoriosos los racistas, que pueden ser también de derecha y de izquierda, porque el racismo va mucho más allá de las ideologías, aunque todos sabemos cuál fue la que lo creó, lo implementó, desarrolló e impulsó y lo mantiene hasta nuestros días.
A decir verdad nunca he escuchado hablar de “blancos” de derecha o de izquierda, desde el punto de vista racial, como tampoco he oído mencionar a los indoamericanos de derecha y de izquierda, y ¿Acaso no los hay también? ¿A qué viene entonces esa algarabía con los afros de izquierda y los afros de derecha?
En Cuba la historia recoge, con demasiada elocuencia, que esas prácticas no conducen a nada bueno, sobre todo para los llamados “negros” o de “color”. Enfrentamientos irreconciliables entre personalidades “negras” descollantes de la política y la cultura, en relación con el tema que nos ocupa, en vez de contribuir a la integración de las personas de “color” a la sociedad, en igualdad de derechos, malograron esta intención y hasta costó un río de sangre, en un momento determinado, junto con el estigma que perdura hasta nuestros días.
No nos dejemos confundir, “hermanos”. El momento no es para entretenernos con los juegos de palabras ni perdiendo el tiempo discutiendo sobre si debemos llamarnos “negros” o “afrodescendientes” o si el problema deviene de la “raza” o de la etnicidad, o si somos pueblos o comunidad. El debate, “hermanos”, debe ser enjundioso, concentrando los esfuerzos en cómo cambiar las situaciones de racismo, pobreza, exclusión y enajenación en que viven las comunidades descendientes de africanos en la región.
Se pierde tiempo en esta balcanización de la lucha, mientras que aparecen formas, cada vez más sofisticadas de racismo en el mundo entero, entre ellas el tráfico de personas y de órganos, que después de la venta de armas y de drogas es el negocio más importante.
Ni la mayoría de los gobiernos de izquierda, con la excepción de Brasil que ha sacado de la pobreza a más de 30 millones de personas descendientes de africanos e indoamericanos; ni, por supuesto, los de derecha, a pesar de todos los reclamos, denuncias y esfuerzos realizados, han logrado concretar programas eficientes de reparación de los daños a estas personas y eliminar de la faz de la tierra esta gran injusticia. Todavía hacen falta mucha voluntad política, entendimiento, comprensión, acciones y programas coherentes que ayuden a resolver esta situación.
En Europa, en pleno siglo veintiuno se observan, cada día, manifestaciones de racismo. La prensa ha publicado numerosos actos de expulsión de gitanos desde Francia, donde llevan viviendo cientos de años. Hace poco, en Marsella le prendieron fuego a un campamento de gitanos que destruyó sus escasos bienes conseguidos con tanto sacrificio. Lo sucedido en Francia y en otras partes de Europa demuestra lo peligroso que se está tornando la práctica del racismo y de ahí la necesidad de aunar fuerzas en la lucha contra toda forma de discriminación racial, religiosa, cultural, de género o de preferencia sexual.
Cuba, a pesar de estar viviendo un profundo proceso de transformaciones sociales, que ya data de más de 50 años, no ha podido trascender el capítulo del racismo y en estos momentos aún se buscan fórmulas que puedan ser efectivas para combatirlo y erradicarlo. El debate en nuestro país pone en primerísimo lugar dos aspectos esenciales: transformar el Sistema de Educación, a todos los niveles de la enseñanza, así como la necesidad de realizar cambios sustanciales que garanticen un proyecto más viable de los medios de difusión masiva.
Los miembros de la Comisión José Antonio Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) están llevando a cabo una batalla, provincia por provincia, desbrozando el terreno, para luego seguir profundizando el debate a nivel de toda la sociedad.
Los pronunciamientos sobre la “afroderecha” alcanzaron su máximo esplendor a raíz de celebrarse la Cumbre de los Afrodescendientes, en Honduras, en agosto del año pasado, que contó con una altísima concurrencia y donde faltó la presencia de Cuba, que de paso me parece un error porque nuestro pabellón debe estar levantado donde quiera que se hable de un tema tan sensible como el racismo. No hay porqué temerle a lo que dirán de nosotros, si sabemos de antemano cuáles son nuestras fortalezas y debilidades en ese asunto. Es verdad que el gobierno de los Estados Unidos ha diseñado campañas para desacreditar al gobierno cubano en el tema del racismo y ha utilizado para eso a algunos “afrodescendientes”. Nuestros intelectuales, en más de una ocasión, han levantado sus voces en contra de esas falacias. Pero es cierto también que no hemos tratado convenientemente el tema, dejando ventanas abiertas por donde entran los detractores de la Revolución Cubana, usándolo de manera perniciosa.
Muchos de los que hoy hablan de “afroderecha y afroizquierda”, y piensan que la Cumbre fue un espectáculo propagandístico del gobierno hondureño, no saben que las Naciones Unidas determinó su realización en ese país, teniendo en cuenta el trabajo desplegado, a lo largo de estos años, por las organizaciones garífunas hondureñas y muy en especial ODECO, que tiene una ejecutoria envidiable en el trabajo con las comunidades y en la preparación de los jóvenes en la lucha por sus reivindicaciones y contra la discriminación racial. Quien escribe estas líneas es un testigo excepcional de esa labor, sobre todo en los parajes más remotos de la geografía de ese país, que le valió para escribir tres libros, dos publicados y uno en preparación. No por gusto el doctor Elis Alberto González Polanco, jefe de la Misión Médica y luego Embajador en Honduras, en el prólogo al primer libro, escribió: “En su labor de periodista audaz, incansable y creador, Bienvenido Rojas ha penetrado en los pueblos autóctonos hondureños y dentro de ellos ha contraído un especial compromiso con los garífunas”. Esa valoración me da el derecho a pronunciarme en este sentido. A decir que vi lo que hacían y lo que no hacían; nunca les pregunté de qué bando estaban si a la derecha o a la izquierda. Me conformaba con verlos trabajando de día y de noche, sábados y domingo y violentando a menudo sus vacaciones. Los acompañé en largos recorridos por el interior del país, caminando por las arenosas playas, atravesado ríos, bajo el sol, el agua y el sereno, y sometidos todo el tiempo a los peligros de la selva y a las picadas de los sancudos y jejenes. Hice travesías marítimas con ellos, con mar fuerza 4 y 5, donde estuvimos a punto de perder la vida. Nunca los oí hablar mal, en privado o en público acerca de los demás luchadores antirracistas de otros países, como es moda ahora en foros internacionales, violando los más elementales fundamentos de la ética, que al estar los implicados ausentes no tienen la oportunidad de la réplica.
Fui testigo también, desde el año dos mil, de la manera en que los garífunas asumen a sus presidentes. Es una exigencia, ya convertida en ley, que los candidatos presidenciales tienen que firmar sus compromisos de campaña. Esto lo observé con Carlos Flores, Ricardo Maduro, Manuel Zelaya y ahora con Porfirio Lobo. Ellos no piensan tanto en quién llegó a la presidencia, sino en la reparación histórica que cada uno de ellos debe hacer para su sufrida e invisibilizada comunidad. Entre las conquistas arrancadas a los gobiernos de la nación centroamericana están la designación, por ley, del Mes de la Herencia Africana, donde se recuerdan a los ancestros, se premian a los mejores garífunas en sus especialidades y ese pueblo festeja sus carnavales. De esa forma conquistaron diferentes carteras en el gobierno que son ocupadas por garífunas, cuestión nunca vista antes del año dos mil. Avanzaron, además, en la entrega de títulos de la tierra a sus verdaderos dueños.
De igual manera hacen con las organizaciones internacionales, tengan el nombre que tengan. No se puede perder de vista que esta es una manera muy particular de actuar de una minoría étnica, que constituye el diez porciento de la población y poseen su propia cultura como es la historia, la religión, la música, las comidas, las danzas y la lengua. En sus relaciones con el mundo es costumbre recibir donaciones, para sus proyectos comunitarios, y no préstamos, para no verse obligados a hacer concesiones en la lucha, en el caso de no poder pagar, que es lo que les pasa a muchos, en otras partes, que se convierten en rehenes de esas instituciones. Algunos en Cuba y en otras partes se alarmaron cuando conocieron acerca de los financiamientos de la Cumbre de los “afrodescendientes”, celebrada en Honduras. Esta es, como dije antes, práctica enraizada en la comunidad garífuna y continúan indetenible en su lucha por la emancipación de su gente. Como fui testigo de los compromisos de campaña de los diferentes presidentes para con la comunidad garífuna, también intercambié con sus líderes y supe de sus posiciones con relación al golpe orquestado por la ultraderecha hondureña y seguí muy de cerca sus declaraciones de condena. Creo que sería muy sano saber que la Cumbre no se la dieron al gobierno de Honduras, sino a los garífunas por su destacado trabajo comunitario, y considero también que sería interesante conocer qué ocurrió en esa Cumbre, qué nivel tuvo el debate, acerca de qué se debatió, hasta qué punto el gobierno de los Estados Unidos y sus instituciones financieras lograron frenar la voluntad de los allí reunidos, cuáles fueron los objetivos trazados y qué nivel alcanzaron en el cumplimiento. Después podremos sacar nuestras propias conclusiones. Calificar de “derecha” a otros que están todos los días en el fragor del combate contra el racismo y jugándose el pellejo en un país donde no hay muchas garantías para la vida, creo que no es justo y lejos de ayudar al movimiento antirracista lo perjudica.
Los racistas confesos y no confesos deben andar frotándose las manos cuando escuchan o leen estas diatribas entre afrodescendientes. Hay que trascender el momento histórico que vivimos, aportar todo lo que podamos en aras del mejoramiento del ser humano, trazar líneas de comunicación cada vez más efectivas entre todos, tender puentes, enderezar vías, concretar proyectos y luchar, luchar y luchar a brazo partido contra el racismo donde quiera que éste se manifieste. Debemos trabajar con eficiencia el tema para que las futuras generaciones no tengan que seguir arrastrando ese fardo tan pesado y vergonzoso. No se trata de los afro de derecha o de izquierda, sino de la supervivencia y el bienestar de las personas que tienen un poco más de melanina en su piel.